Costar un ojo de la cara

Empleamos siempre esta expresión para definir algo muy caro.
Somos ahora conscientes de que aquella grandísima gesta consistente en la Conquista de América, que como cualquier obra humana naturalmente, no hubo de ser como nos la han descrito siempre en los libros de Historia.
Desde las luces y los resplandores de lo que suponía llevar hasta aquellas remotas tierras la civilización, con sus beneficios naturales de lengua, religión, comercio, cultura y todo lo añadido a ellas, era lógico que llegaran como ellas, oscuridades y sombras, vicios, daños, defectos y sobre todo enfermedades, para las que la inmunidad de aquellas gentes no estaba preparada.
En cuanto a los protagonistas de aquella colonización, que algunos ahora, con la progresía imperante gustan más de llamar conquista, tampoco es que la hicieran ángeles, eran seres de carne y hueso con sus inherentes virtudes y defectos.
Uno de ellos, Diego de Almagro, nacido en esa localidad manchega en 1475, de muy humilde origen, entró desde joven al servicio de un personaje notable en Sevilla, Don Luis de Polanco. Y dice textualmente en su libro, Luis Miguel Amunategui. Llamado: – Descubrimiento y Conquista de Chile – en 1861:
Como era de índole arrebatada, hirió gravemente en una pendencia a otro joven…
Y llegado a América, toma parte junto a Pizarro en la Conquista del Perú.
Atravesó luego, Los Andes descubriendo Chile. Cierto que no conozco que volviera a España, pero dicen todas las fuentes, que fue precisamente él, quien haciendo un extracto de sus hazañas ante el Emperador Carlos, se expresaba así: -El negocio de defender los intereses de la Corona: – Me ha costado un ojo de la cara.-
¿Cómo es posible que una simple contestación, haya prendido tanto en nuestro idioma? Porque la utilizamos en muchas ocasiones.

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